24. feb., 2019

En ocasiones veo series

Tengo Netflix desde hace un par de meses y creo que debo pasar por una usuaria de las más “ligeras” (valga el calco lingüístico del inglés), no por voluntad propia, sino por la precaria conexión que tengo entre semana. Así que no es por eso por lo que no escribo más: de hecho, lo que he visto en dos semanas va a servirme como pretexto (nunca mejor dicho) para esta entrada.

 

En este intervalo que decía me ha dado tiempo a ver dos series enteras: The Good Place (3 temporadas) y Russian Doll (1 temporada). Dos series que se me han hecho deliciosas por varias razones: una, que son de episodios de veintitantos minutos, con lo cual puedes empalmar tres casi sin empezar a sentirte culpable y dos, son series protagonizadas por personajes femeninos con los que a una servidora le gustaría irse a tomar cañas de tranquis (que ya sabemos todas cómo acaba eso).

Esto que comento no es moco de pavo cuando una tiene 36 años y se ha pasado toda la vida viendo series y películas que no pasaban el test de Bedchel ni por el forro (salvándose honrosamente de esto Las chicas de oro). Lo máximo que podías esperar en la TV era un secundario gracioso que le pusiera las pilas de vez en cuando al prota (tipo la asistenta de Dos hombres y medio, que para mí es una serie misógina como pocas)  o una pareja que no fuera la mujer-madre del prota rollo Marge Simpson, Claire Dunphy, etc.

 

MOMENTO CONFESIONAL: si bien yo he tenido una infancia marcada por la lectura, la tele no se quedaba atrás. Y no os podéis imaginar cuántas horas de ella dedicaría a imaginarme personaje de las series que veía, sobre todo de  El Zorro (la versión noventera en la que salía un Juan Diego Botto adolescente que estimulaba mi imaginación púber mucho más que todo lo que un teenager de hoy pueda ver en su móvil).

 

Es por esto que me quedé muy gratamente sorprendida con Orange is the New Black y su extenso catálogo de personajes femeninos de edades, cuerpos y vivencias tan diferentes como los que se pueden encontrar en la calle. Pero ¿tiene que situarse la acción en un ambiente tan inequívocamente femenino como es una cárcel de mujeres para poder poner a una protagonista en el centro? Además en el caso de OITNB no hay una sola protagonista: aunque en la primera temporada lo sea Piper, en el resto de ellas el foco –muy acertadamente en mi opinión- se diluye y va moviéndose por toda la demografía de Litchfield.

 

En estas otras dos series, el planteamiento es radicalmente distinto en el tono. The Good Place es una comedia con una chispa de filosofía; Russian Doll, una historia de fantasía-ciencia-ficción con un toque oscuro, también bordeando con los terrenos lógica y la informática: a mí me gusta definirla como un Stranger Things para personas adultas. Pero en ambos casos las protagonistas son mujeres, y mujeres bastante alejadas del prototipo patriarcal, sobre todo en el segundo caso. Y esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que en Russian Doll, las creadoras son también mujeres, entre ellas la propia Natasha Lyonne, que continúa en el personaje de Nadia bastantes rasgos de su anterior alter ego Nicky Nichols en OITNB. Porque, por suerte, las mujeres están llegando a los puestos de decisión y está claro que no lo hacen para seguir haciendo series en las que la mayoría no se reconoce.

 

(Otro aspecto a recalcar en ambas series es la notable diversidad étnica y sexual de reparto y personajes -en roles más o menos estereotípicos- pero esa es otra historia y, como decía Michael Ende, debe ser contada en otra ocasión).

 

Pero ¿qué más tienen en común The Good Place y Russian Doll?  Pues casualmente que ambas tienen lugar en mundos paralelos, escenarios especulativos alternativos a la realidad cotidiana, en ese fértil terreno sobre el que todas las personas, creo, alguna vez han pensado, que es la vida después de la muerte y la posibilidad de cambiar el curso de nuestras vidas. Esto convierte a nuestras protas en heroínas más o menos “byronianas”, si es que ese término se puede aplicar a mujeres, de una aventura más allá de los parámetros del mundo real.

 

La pregunta es: ¿una serie mainstream protagonizada por una mujer normal en España, tipo Happy Valley, pa cuando? No me vale Servir y proteger, por mucho que tenga puntos positivos, porque por su horario de emisión y su formato está marcadamente orientada al público muy marcado en cuanto a edad y género. ¿Saldremos de una vez por todas del bucle “no ponemos mujeres en el centro porque no lo vería la gente – el público no tiene ningún referente de protagonista femenina porque apenas los ha habido?